“Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?” Mateo 4:35-41.
Muchas veces nos enfocamos en el milagro y no en quien lo hizo. Aquí Jesús estaba en la barca, ¿cuántas veces los discípulos habrán tenido victoria? Pero estaban amedrantados, dejaron de ver a Cristo. Terrible tempestad. Nosotras vivimos en tiempos difíciles, situaciones que amedrentan a nivel mundial, la falta de trabajo, la depravación:
Una madre que se casa con su hijo, a nombre del amor.
Un bebe operado por un cambio de sexo.
La depravación que se levanta violentamente. Impíos levantando el nombre de Dios, llamando a lo bueno malo y bueno a lo malo. Hombres de los últimos tiempos, amadores de sí mismos. Enseñanzas demoniacas.
En medio de la tempestad ¿Nos damos cuenta que el Señor esta?
Porque, Él siempre está, incluso aunque no veamos milagros. Al olvidar al Señor, empezamos a tomar decisiones, afligirnos. ¿Por qué? No nos acordamos que cuando estuvimos con problemas y el Señor nos ayudó. El Señor pregunta una vez a nosotras: ¿Por qué están amedrentados? ¿No tenéis fe? Si el Señor está ¿Porque siempre estamos disconformes? Siendo que el que nunca nos va a dejar es el Señor, ese mar se sujetó a la autoridad de Jesús, nuestras situaciones también lo harán.
Cuando estuvo Daniel en el pozo, el Señor estuvo con él, Daniel no iba a dejar su fe.
Jesucristo el cuarto varon estuvo con Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno de fuego.
¿Cuántas veces sabemos que Dios es real? ¿Por qué servimos más a las señales del Señor? Acaso no dice la Palabra: puestos los ojos en el autor consumador de la fe. ¡que la fe no mengue! Dios sigue siendo Dios.
No es ver para creer porque, aunque Dios no nos sane, creer que Dios sana, las promesas del Señor son fieles. Dios nos ayudará. ¿Cuántos profetas murieron esperando la promesa? Muchos. Vamos a ser probados en todo. Pero ¿Por qué nos amedrentamos? El Señor viene. El Señor saque las escamas de nuestros ojos, los abra y estos permanezcan en el Señor. De arriba viene el Señor, de ahí viene la bendición, las promesas de Dios son para la iglesia. No mengüemos la fe, no nos amedrentemos, Jesucristo viene.
Corazones transformados por Cristo 