James y Elizabeth Elliot

Josué 1: 1-2: “Y aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés diciendo: Mi siervo Moisés a muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel”.

Como acabamos de ver en la cita recién leída, podíamos ver la muerte de Moisés, el cual no pudo entrar a la tierra prometida por castigo de Dios, mas aún así vemos la situación en la cual se encontró Josué, ya que en Deuteronomio 34: 10 dice: “y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido a Jehová cara a cara”.

La responsabilidad que conllevaba Moisés era enorme, y esta responsabilidad o legado cayó sobre Josué al momento de su muerte, hoy compararemos la vida de Moisés con la de James Elliot.

James Eliot, un joven que desde pequeño quiso consagrar su vida para la obra de Cristo, sabiendo de que en su vida siempre habría algo que hacer, ya sea predicando en calles, a través de las radios, etc.

Siempre buscó oportunidades distintas de promover la obra de Cristo, su deseo era insaciable. Pensó en salir del país y se esforzó para llegar a ser un hombre de estudios y así lograr traducir la escrituras a distintos idiomas.

En 1952 James Elliot junto a un grupo de hermanos y hermanas, viajaron al Ecuador, en donde conocieron distintas tribus de aquellos lugares, dividiéndose en distintos grupos para poder abarcar mayor territorio, así poder compartir y aprender de estos lugares.

Con el pasar del tiempo, James Elliot desposó a una de sus compañeras y formaron una hermosa familia. Luego de un tiempo, James Elliot decidió volver al Ecuador dejando a su esposa y su hija en Estados Unidos al igual que sus compañeros de viaje.

Estos hombres fueron al Ecuador y llegaron a una tribu guaraní, los cuales tenían costumbres y tradiciones muy complicadas. Los hombres de esta tribu, creyeron que estos misioneros venían a quitarle sus mujeres y decidieron emboscarlos y quitarles la vida.

Al enterarse su esposa de esto, vuelve a aquel lugar pero a una tribu vecina para aprender bien su idioma y costumbres, hasta cuando llegó el momento que se vio preparada y hablar con el asesino de su esposo, así hacerle ver que cometió un error, ya que solo él quería presentarles a Cristo. La mujer les predicó y esta tribu por completo se convirtió a Cristo; hoy en día el líder de aquel lugar sigue con vida y pregona el evangelio en su dialecto.

Tal vez James no logró ver la obra terminada, pero si dejó un legado a su esposa y amigos, los cuales perseveraron y a los mismos guaranís, los cuales entendieron que fue un hombre de Dios dispuesto a dar su vida por Dios.

¿Cuál es el legado que hoy nosotros estamos dispuestos a dejar?

Muchos han padecido por causa de Cristo, ¿y nosotros qué? Muchos dieron todo por causa de Cristo, ¿y qué de nosotros? Debemos esforzarnos por dejar un legado, y ese legado sea el mismo que Cristo marcó en nosotros muriendo en la Cruz por nuestras vidas.

Hablamos de James Elliot y su esposa, no para darles tributo, si no para honrar su esfuerzo, pero por sobre todo damos Gloria a Dios, ya que Él es nuestra mayor inspiración.

No hay mayor ejemplo que Cristo, no hay mayor amor que el suyo, por eso por sobre todo adoramos Su nombre y le exaltamos. Por eso hermanos, no miremos atrás y sigamos adelante, no pensemos en retornar que ya poco tiempo resta para Su venida.

Les insto a que no nos reservemos nada, no solo lo material si no que nuestro tiempo de igual manera, y por último no lamentemos nada, lo que perdamos por causa de nuestro trato con Dios, ya sea material, emocional o nuestra propia familia, ya que todo valdrá la pena.

La palabra es lo más precioso que podemos entregar y esta debe ser el legado que podamos dejar a los que nos rodean. Más preciado que el oro, y más dulce que la miel, es nuestra leche que nos hace crecer, desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada para que no ella crezcáis para salvación.

AMEN.