"El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe." Apocalipsis 2:17
“Al que venciere”, si, venciere este mundo, estas tinieblas donde estamos, venciere su carne, recibirá la promesa a esta iglesia. Aún en los lugares más bohemios existen Iglesias, ahí en medio están los cristianos siendo luz, venciendo y no postrándose ante el príncipe de este mundo, porque al igual que en Pérgamo, este mundo tiene en el trono a Satanás.
¿Usted puede ser luz? ¿O nos mimetizamos con el mundo? Muchos nos manejamos de esa forma, en el culto de una forma y en casa de otra. Pero ¿Cómo nos está viendo el Señor? ¿Decido por Cristo? Por muchos años asistí a la congregación, participé activa tocando el pandero, asistiendo, porque mis papás me llevaban, pero fueron años que perdí. Luego me aparté y me adapté al mundo; uno no se da cuenta, empieza a vestirse como ellos y como no hay mucha ropa modesta, es fácil permanecer así. Al volver al Señor tuve que aprender a vestir recatadamente. Así en muchos aspectos de la vida tuve que empezar un cambio para vencer la mundanalidad, para que nuestra alma, cuerpo, y espíritu estén en el Señor. Mis hermanas, el corazón siempre quiere pecar, pero el Señor nos dice “Arrepiente”, venzamos, sirvamos al Señor de todo corazón y no solo de palabra.
El que esté firme mire de no caer, por sentirnos cristianos no creamos que no estamos en peligro, esta iglesia vivía con un poco de mundo y un poco de Dios, había tibieza en los corazones. Venzamos a este mundo, seamos parte del pequeño remanente que permaneció fiel al Señor.
Vencer a todo pensamiento diabólico y todas las voces de las huestes de maldad, cuando nos quieren mover a hacer mal. Vencer las batallas.
“Daré a comer del maná escondido”, un alimento para vivir, los israelitas lo recibían diariamente, no era más ni menos, era un alimento justo, cada día era renovado. Allá en el cielo estará el Pan de vida, Cristo y recibiremos ese maná escondido para vivir eternamente junto a Él.
¿Cómo nos estamos alimentando en estos tiempos? Estamos como en Pérgamo. Con la pandemia muchas iglesias están cerradas, ¿Cómo llega el maná a nuestras vidas? Lo cierto es que Dios nos ha dado las redes y podemos escuchar la Palabra, no hay pretexto para no hacerlo, incluso podemos volver a oír más de una vez una predicación que está en las redes, aprovechemos y alimentémonos.
Cuando hay oscuridad no se quiere escuchar, recuerdo que cuando me aparté del Señor no quería oír nada acerca de Dios.
“Y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. En la Antigüedad durante un juicio se tenían dos piedrecitas, una negra que era para entregar el veredicto de una condenación y una piedrecita blanca que era para entregar absolución. Quien recibía la piedrecita blanca estaba justificado, esta piedrecita además lleva un nombre que es nuevo y que Cristo conoce. Cristo es quien es nuestra justicia, batallemos por conservarla. ¿Queremos esta piedrecita? O queremos seguir viviendo como algunos de la iglesia de Pérgamo, pensando que un poquito del mundo no hace nada, si Dios es amor. Examinémonos, no sea que un día el Señor nos diga: ”No te conozco”.
Las vírgenes insensatas fueron aquellas que tenían aceite en sus lámparas, ¿Qué pasó con ellas? No estuvieron listas para las bodas. Ellas gritaron “Señor, señor, ábrenos”. Pero Cristo les responde: “En verdad os digo que no os conozco”. El Señor conoce nuestra fidelidad, ellas no cuidaron su vida, se descuidarón y su corazón se empezó a enfriar en algún momento y entraron en tibieza, aceptaron un poquito del mundo. En los cultos online ¿cuántas veces piensa en no estar presente? Sino que empieza a afanarse con los quehaceres diarios, y trata de justificarse, lo cierto es que el corazón solo se entibiará, porque siempre hay situaciones para no congregarse. Propongámonos en el corazón hacer la voluntad del Señor, seamos fieles. Salgamos vencedoras.
Corazones transformados por Cristo 