Al igual que la hermosa doncella la escogida nosotras somos llamadas por misericordia, Jesucristo nos redimió y nos compró, pago una dote preciosa: Su sangre, he hizo pacto con nosotros.
El Señor ha sido bueno, puedo entender que quiere seguir tratando con nuestra vida.
En el libro de Salmos 51:7 dice
“Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve”.
¿Que significa lavarnos? Es estar limpio y puro.
La palabra hebrea que ha sido traducida como “bañará” es rajats, que significa “lavar”, “bañar”, “limpiar”, “hacer abluciones”, “purificar con agua”. En el antiguo testamento se menciona 72 veces “ lavarse”.
El hisopo viene del latin Hyssopus officinalis, es un planta herbácea nativa de Europa meridional, el Medio Oriente y las costas del mar Caspio. Se utiliza como hierba aromática y como medicinal por sus propiedades como antitusivo, expectorante y antiséptico. Eran como pequeños palitos que juntos servían para rociar agua en forma de aspersión. Tomando un manojo de hisopo se podía a proceder a purificarse. Los israelitas utilizaron el hisopo en Egipto para salpicar la sangre de los corderos sobre los dinteles de sus casas. (Éx 12:21, 22.)
El hisopo era para purificar, al ser antiséptico desinfectaba, era muy útil para los leprosos y fue usado también para limpiar sus casas.
Para prepararse para sus bodas, la novia necesita pasar por un proceso de purificación, fue elegida no mirando su condición, el Señor la hizo nueva y perdonó los pecados arraigados en su vida. Fue alto el precio, fue la invaluable y preciosa Sangre del Cordero.
El Señor a través de los hombres le decía al pueblo que lavara su cuerpo:
Que lave su corazón de maldad.
Jeremías 4:14: Lava de maldad tu corazón, Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo morarán dentro de ti pensamientos perversos?
Que lave de sus pecados
Hechos 22:16: Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.
Que se santifique
Ya hemos sido lavadas y justificadas, redimidas. 1° Corintios 6:11: “Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor”.
Que nos lavemos en Su Sangre preciosa.
Apocalipsis 1:5: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”.
Que sigamos lavando nuestras ropas aún después de nuestra conversión.
Apocalipsis 7:14: “Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la Sangre del Cordero”.
Que seamos felices en el lavamiento porque tendremos vida eterna.
Apocalipsis 22:14: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”.
Este día el Señor ha preparado la Sangre preciosa para lavar nuestros pecados y nuestros corazones de la maldad, con la Sangre de Cristo, con el agua de la purificación que fue rociada con un manojo de hisopo, que perdona.
Comenzó el trato de la novia para esperar al amado, le abrió los ojos, la boca y los oídos.
Pedro le dijo que como el Señor le iba lavar los pies a él (Juan 13), y muchas veces como Pedro sentimos eso en nuestras vidas, nos sentimos tan insignificantes delante del Señor. Pero es necesario que El nos lave a nosotras también este día, es necesario lavarse en la Sangre del Cordero.
Nuestro corazón se desvía y es tan engañoso, el Señor nos invita a que nos lavemos. Somos parte de esa novia que viene a buscar, la novia a la que se le ha concedido que se vista no solo de lino fino sino que además sea resplandeciente. Así nos espera el Señor.
Lavados, santificados y justificados en la Sangre y en el nombre de Jesús. 1° Corintios 6:11: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Cuando David miró a Betsabe, ella se estaba bañando, ella se estaba purificando de sus días de menstruación, un período que se consideraba inmundo, el Señor demandaba que así lo hiciera en Su ley a Su pueblo.
Levitico 15:13: “Cuando se hubiere limpiado de su flujo el que tiene flujo, contará siete días desde su purificación, y lavará sus vestidos, y lavará su cuerpo en aguas corrientes, y será limpio”.
Ella estaba cumpliendo con la ley.
Ella entendió que después de pecar con David también debía purificarse y así lo hizo.
Es tan importante el lavarnos, debemos lavarnos del pecado, de oír lo que no conviene, lavar nuestros ojos con colirio y ver con ojos limpios a nuestros hermanos, las situaciones, tener una boca purificada. Hay un precioso precio que se pagó por nosotras, invaluable el precio de Su sangre.
Ester pasó por un proceso de purificación para presentarse ante un rey pagano. En ese tiempo las doncellas permanecían en baños de distintas especies muy limpias y perfumadas por un periodo de seis meses. ¿Cuánto mas nosotras en este tiempo debemos de lavarnos, purificarnos para nuestro Rey de reyes?.
El Señor hermoso nos dice: ¿como te estás preparando? ¿Estás preparando tu cuerpo, tus vestiduras?
Cuando llegamos a la Iglesia como familia, el Señor nos hizo pasar por un proceso. Saber que nos tomó desde el fondo de un basurero, que metió Su mano para sacarnos y estando en esa condición nos amó dio Su sangre para limpiarnos.
Cuando nos tomó no hizo distinciones, en Hechos 15:9 dice que no hace distinción física, de estatus, Su amor es puro, nos desposó y nos está preparando. Hermanas que estemos constantemente lavando nuestros corazones, lavando nuestros ojos, nuestra boca y nuestros oidos, todo nuestro ser.
“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. 2° Corintios 7:1.
Es importante limpiarse día tras día, nos contaminamos y pecamos; por eso lavémonos, tengamos cuentas cortas con nuestro Dios, vaya a la Cruz cada día y reciba de la Sangre y sea limpia en este día.
Corazones transformados por Cristo 