Podemos ver como la palabra nos enseña sobre los carácter de los hombres y mujeres de los tiempos finales nos dice que serán implacables y calumniadores. ¿Quienes son ellos?
Un hombre implacable es inclemente, inexorable, riguroso, violento, inflexible, severo, firme, duro, pétreo, intolerante, despiadado, brutal, cruel, déspota, encarnizado, empedernido, salvaje, sanguinario, tirano
Un hombre calumniador es quién acusa falsamente
Estamos en tiempo difíciles, donde todas cosas están terribles, la perversión se ha desatado en el mundo, y lamentablemente la iglesia a caído en estas faltas, no nos damos cuenta cuando el enemigo entra sigilosamente a nuestros hogares.
Estamos en tiempos finales en donde tenemos que pesarnos y ver si realmente estamos en lo de Dios o no, si le pertenecemos o no.
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres […] implacables, calumniadores, […] que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”
2 Timoteo 3:1-5
La palabra a veces parece dura, pero entendamos que es para bien nuestro. Siempre es difícil pararse aquí en el púlpito, ya que lleva un gran peso porque la palabra primero ministra en uno. Debemos ver como actuamos en el día a día, sería terrible que Dios no vea haciendo esto que no le agrada.
Aprendemos a no hablar de nuestros hermanos porque no conocemos cuál es el trato de Dios con ellos. Por más que le ofrendemos al Señor, si tenemos en el corazón y en nuestro hablar calumnias, él no los considera, todo sería en vano.
Aún estamos a tiempo para arrepentirnos, es necesario hablar de estos temas en la congregación. Vaciémonos de nosotros para que podamos llenarnos de Dios, así dejemos salir lo malo y dejemos entrar lo bueno de parte del Señor.
Hay hombres “implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 1:29-32)
Hermanos entreguemos nuestro corazón al Señor para que el fruto del espíritu se haga realidad en nuestro interior. Ese fruto que conlleva “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” y así ser santificados por completo; en todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo; y ser guardado para la venida de Nuestro Señor Jesucristo. La palabra nos ayuda a que seamos juzgados por Dios cuando sea el momento de vernos con ÉL.
La palabra dice que debemos apartarnos de aquellos hermanos que sabiendo hacer lo bueno hacen lo malo, ya que contaminan nuestras vidas.
Tomemos el molde del Señor y confiemos, pues en el Señor, y arrepintámonos de corazón para morar en la gloria con el Señor Jesucristo. AMÉN.
Corazones transformados por Cristo 